Erosionando la Justicia: La corrupción de la ley por la psiquiatría

Este informe es una revisión detallada del violento ataque al sistema de justicia que se ha llevado a cabo en las últimas siete décadas y no sólo por criminales. En nuestros tribunales existe una influencia oculta que mientras afirma tener grandes conocimientos y deseos de ayudar, en realidad ha traicionado nuestros valores más profundos y nos ha dejado una población carcelaria con un costo altísimo para el público. Es la influencia de la psiquiatría y la psicología.

El eminente Dr. Thomas Szasz, profesor emérito de psiquiatría en la Universidad del Estado de Nueva York, Siracusa, comenta que en la actualidad “el fenómeno de psiquiatras que examinan a personas para determinar si son o no responsables es una característica común de nuestro panorama social”. Al mismo tiempo, reconoció que la psiquiatría es “la fuerza individual más destructiva que ha afectado a la sociedad en los últimos 60 años”.

¿Es escandaloso? Sin duda. Pero también está bien razonado y es agudo. El Dr. Szasz es un autor reconocido internacionalmente con más de 30 libros en su haber. Tiene tanto la experiencia como la talla moral para declarar que la profesión psiquiátrica ha ido debilitando en forma gradual pero firme los fundamentos de nuestra cultura, la responsabilidad individual, los estándares de los logros, la educación y la justicia. Afirma que lo esencial es que “… los psiquiatras han sido los principales responsables de crear los problemas que aparentemente han tratado de resolver”.

Desde 1965, el promedio de crímenes violentos en los Estados Unidos de jóvenes de menos de 18 años aumentó más del 147% y de infracciones por drogadicción en más del 597%. El promedio de crímenes violentos en toda la Unión Europea, Australia y Canadá ha comenzado recientemente a igualar y hasta sobrepasar a los Estados Unidos. Desde la década de 1970, el crimen también subió el 97% en Francia, el 145% en Inglaterra y el 410% en España. En el Reino Unido, el índice de crímenes violentos ha ascendido en un 545% desde 1985. Suecia, en la actualidad, tiene un promedio de víctimas de crímenes un 20% más elevado que en los Estados Unidos. Y en un estudio realizado en siete prisiones rusas se encontró que el 43% de los prisioneros se había inyectado drogas. Y de ellos más del 13% comenzó en prisión.

La rehabilitación de los criminales es un sueño que hace mucho tiempo se ha olvidado. Construimos más prisiones y aprobamos leyes mucho más severas creyendo que actuarán como elementos disuasorios. Mientras tanto, la gente honesta está perdiendo la fe en la justicia misma, pues ven que los criminales despiadados evitan ir a la cárcel empleando tácticas defensivas raras e incomprensibles.

En la década de 1940, los dirigentes psiquiátricos proclamaban la intención de infiltrarse en el campo de las leyes para brindar una “reinterpretación y eventual erradicación del concepto de lo correcto y lo incorrecto”.

El imperio de la ley y un sistema imparcial y funcional de administración de la ley separó a la democracia progresista de los estados totalitarios. Los ciudadanos tienen el derecho de contar con un sistema para su paz y seguridad.

Al examinar el asunto ahora, la entusiasta declaración del psiquiatra Karl Menninger respecto a que una decisión de 1954 del Tribunal Federal de Apelaciones en Washington, D.C., fue “más revolucionaria en su efecto total” que la decisión de la Corte Suprema de terminar con la segregación de los afroamericanos de los blancos, tiene una cualidad profética. Se estaba refiriendo a la decisión de que una persona con problemas mentales no es criminalmente responsable de actos ilegales.

La decisión desencadenó un incremento inmediato de testimonios psiquiátricos en los tribunales de justicia de los Estados Unidos y se extendió rápidamente por todo el mundo. El impacto acumulativo de esta tendencia en la justicia ha ocupado desde entonces a eruditos de las leyes, criminólogos y expertos de política pública en todo el mundo. El consenso es que el “efecto revolucionario total” ha sido un debilitamiento masivo de la confianza del público en la habilidad del sistema de justicia para impartir una justicia rápida y equitativa.

Menninger tenía motivos para regocijarse. La reglamentación se produjo menos de una década después de que los principales psiquiatras del día (Menninger entre ellos) se propusieran infiltrar la profesión legal como parte de su plan estratégico para una psiquiatría global. Brock Chisholm, quien, con John Rawlings Rees, fue cofundador de la Federación Mundial de Salud Mental (WFMH), dijo francamente a otros miembros de su profesión en el momento: “si se debe liberar a la raza de la carga agobiante del bien y el mal, deben ser los psiquiatras quienes tomen la responsabilidad original”.

Como reacción al pronunciamiento de Chisholm, Samuel Hamilton, asesor del Servicio de Salud Pública y presidente electo de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), lo igualó a uno de los “antiguos profetas” presentando la “Nueva Jerusalén” en la que todos viviremos.

Rees fue descaradamente franco cuando declaró: “la vida pública, la política y la industria deben todas estar bajo la esfera de la influencia psiquiátrica...Si vamos a infiltrarnos en las actividades profesionales y sociales de otras personas, creo que debemos imitar a los totalitarios y organizar algún tipo de actividad de quinta columnaSeamos entonces, ‘quintos columnistas’ muy en secreto”. Rees consideró que los campos de la ley y la medicina eran los “dos más difíciles” de “atacar”.

Y ellos atacaron, con la consecuencia de que en la actualidad, por su influencia, el sistema está fallando. Ahora depende de las muchas personas conscientes, trabajadoras y cada vez más desilusionadas dentro del sistema, que se den cuenta de esto y lo limpien de estos intrusos destructivos.

Con este informe, tenemos la esperanza de ayudarte a comprender cómo ocurrió esto. Mostramos cómo las ideologías y acciones de la psiquiatría han contribuido al actual fracaso de la rehabilitación criminal y al incremento de los índices de criminalidad.

Por último, proponemos revertir estas tendencias. Confiamos en que la información ayudará, a quienes tienen buena voluntad e integridad, a corregir un sistema que le está fallando a sus ciudadanos. Los decentes, los productivos, la vasta mayoría de nosotros, no merecemos menos.

Sinceramente,


Jan Eastgate
Presidenta de la Comisión Ciudadana
por los Derechos Humanos Internacional

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